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¿De qué manera afectan las redes sociales la desinformación geopolítica?

Desde que surgieron, las plataformas sociales han revolucionado la manera en que las comunidades interactúan, difunden contenidos y se involucran en discusiones públicas. No obstante, además de sus ventajas, la expansión de estos medios ha generado nuevas amenazas, siendo la desinformación en el ámbito geopolítico una de las principales. Este desafío, impulsado por la rapidez y el alcance mundial de sitios como Twitter, Facebook, TikTok o Telegram, actualmente presenta a los gobiernos, a las entidades internacionales y a los ciudadanos mismos desafíos nunca antes vistos.

Desinformación geopolítica: conceptos y manifestaciones

La desinformación geopolítica se refiere a la producción, difusión y amplificación deliberada de contenidos falsos o engañosos con el objetivo de influir en cuestiones políticas, económicas o sociales a escala internacional. Su propósito principal es moldear percepciones públicas, debilitar instituciones o manipular narrativas sobre conflictos, alianzas o crisis relevantes.

Últimos casos demuestran la escala del fenómeno: en la invasión rusa a Ucrania en 2022, se detectó una avalancha de noticias incorrectas, videos alterados y teorías del complot divulgadas en varios idiomas y medios. Un ejemplo destacado es la crisis del COVID-19, donde tanto entidades gubernamentales como grupos independientes propagaron datos distorsionados sobre el origen del virus, la eficacia de las vacunas o las reacciones gubernamentales, creando desconfianza y división.

La función de los algoritmos y la propagación viral

Las redes sociales funcionan bajo algoritmos diseñados para maximizar el tiempo de permanencia del usuario y la interacción con el contenido. Esto suele dar mayor visibilidad a publicaciones sensacionalistas o polarizantes, que en muchos casos resultan ser noticias falsas o descontextualizadas. La viralidad hace que un contenido engañoso pueda llegar a millones de personas en cuestión de horas, dificultando la tarea de verificación y rectificación.

Un análisis elaborado por el Instituto Reuters determinó que los mensajes falsos tienen un 70% más de probabilidad de ser compartidos en plataformas sociales respecto a los contenidos verificados. Esta tendencia favorece a operadores de desinformación que emplean bots, cuentas falsas y granjas de trolls para amplificar narrativas favorables a sus intereses geoestratégicos.

Figuras clave y tácticas utilizadas

No solo actores estatales intervienen en la desinformación geopolítica. Empresas, movimientos sociales radicalizados e incluso individuos emplean tácticas de manipulación informativa. Rusia y China, por ejemplo, han sido señaladas en múltiples estudios académicos y reportes de inteligencia por orquestar campañas coordinadas para influir en elecciones, sembrar discordia o distorsionar la imagen de rivales geopolíticos.

Principales estrategias identificadas incluyen la creación de perfiles apócrifos, la difusión de deepfakes, la utilización de memes virales y la inserción de información parcial o sesgada en debates genuinos. Contrariamente a lo que se suele pensar, el contenido difamatorio no siempre es completamente ficticio; muchas veces, se presenta una mezcla de hechos reales y falsos para aumentar la credibilidad del mensaje.

Plataformas sociales: vía y barrera contra la desinformación

Las propias plataformas han variado sus políticas respecto a la moderación de contenido. Algunas iniciativas, como el etiquetado de publicaciones potencialmente falsas, la reducción del alcance de cuentas sospechosas o la asociación con verificadores independientes, han mostrado ciertos resultados, pero generalmente son insuficientes o, incluso, fuente de controversia por posibles sesgos ideológicos.

En contextos de crisis, las redes sociales pueden actuar como “caja de resonancia” de bulos, dificultando la comprensión veraz de las situaciones. En la crisis humanitaria de Siria, el flujo incontrolado de imágenes y relatos poco verificados provocó un mosaico contradictorio de relatos, dificultando la identificación de víctimas reales y la distribución de ayuda internacional efectiva.

Efecto en la percepción pública, la gestión gubernamental y los derechos humanos

La desinformación geopolítica en redes sociales no solo distorsiona la opinión pública; también debilita la confianza en las instituciones, afecta la cohesión social y puede incidir en la adopción de políticas públicas basadas en datos erróneos. Los ejemplos de interferencias electorales en Estados Unidos (2016), Reino Unido (Brexit) o Brasil (2018) evidencian cómo la manipulación informativa en redes sociales puede torcer resultados políticos e incluso generar violencia en las calles.

Además, el uso de campañas coordinadas de difamación digital ha puesto en riesgo la labor de periodistas, defensores de derechos humanos y minorías, que a menudo son blanco de amenazas, acoso o campañas de desprestigio originadas o amplificadas en estos entornos.

Retos y perspectivas futuras

La batalla contra la desinformación en el escenario geopolítico necesita una mezcla de educación mediática, colaboración internacional, avance tecnológico y normativas ajustadas a la era digital. Sin embargo, hay peligros de una regulación excesiva o censura que podrían amenazar la libertad de expresión, por lo que las medidas deben ser medidas cuidadosamente y elaboradas en constante diálogo con la sociedad civil.

El papel de las redes sociales como vehículos de desinformación geopolítica obliga a repensar tanto los principios fundacionales del debate democrático en la era digital como la relevancia de contar con mecanismos ágiles de respuesta. La multiplicidad de voces y la descentralización del poder informativo pueden fortalecer o debilitar la democracia según el modo en que se aborden estos desafíos.

La propagación de la desinformación, más allá de ser algo temporal, se ha integrado en la estructura global de la comunicación en el ámbito digital. Entender sus diversas facetas y el papel fundamental de las redes sociales es el primer paso hacia la creación de comunidades más fuertes y conscientes, frente a las dinámicas de poder que se desarrollan, día a día, en las pantallas alrededor del mundo.

Por Edwin Soliz Vaca

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