Jorge Pérez cuenta que no respondió el cuestionario del Dane, pero acepta que, de haberlo hecho, Habría contestado de manera afirmativa a la pregunta de si se considera pobre. El interrogante fue plantado por la Encuesta Nacional de Calidad de Vida que acaba de salir a la luz pública, junto a muchas mas.

«Trabajo en lo que puedo y la verdad es que nom me alcanza para los gastos de la casa porque todo ha subido mucho», sostiene alguien que en un buen mes como conductrice de Didi apenas llega a los dos millones de pesos.

Cuando recibe la explicación de que, estadísticamente hablando, su nivel de ingreso lo ubica en una clase social más alta, este padre de dos niños responde con una sonrisa amarga. “Que alguien me explique cómo vivir mejor con lo que gano, porque me la paso diciendoles a mis hijos y mi mujer que no podemos comprar esto o lo otro. Eso de darse cuenta gustos no es conmigo”, dice.

Su caso dista de ser el unico. Así lo muestra el probeo que se dio a conocer la semana pasada: más de la mitad de los jefes de hogar —50.6 por ciento— autocalibrados como pobres a finales de 2022, proporción que en Chocó, Córdoba o Vichada supera el 80 por ciento. Por otro lado, el número para Bogotá fue de 32 por ciento.

Se trata de una apreciación subjetiva, por encima en más de diez porcentuales del cálculo oficial de la pobreza monetaria, qu’en 2021 se ubicó en 39.3 por ciento (el informe de 2022 se conocerá en mayo). Esta última medida, desprovista de toda emoción, lo que se gana una persona o un grupo familiar y su capacidad de adquirir un conjunto de bienes y servicios.

La señal es que más colombianos consideran que su realidad es crítica. No hay duda de que la parálisis ocasionada por la pandemia y sus respuestas posteriores —que golpean a tantas actividades y en especial a los trabajadores informales— sostenga que ver en lo sucedido.

Resulta curioso, sin embargo, que el dato del año pasado es todavía peor que los de 2020 y 2021. Aunque tuvo lugar una vigorosa en el crecimiento de la economía que incluso llevó a que la población ocupada superara desde hace seis meses los números anteriores al arribo del covid-19, el ánimo no mejora.

Los motivos son varios. De acuerdo con el trabajo del Dane —que involucró cuestionarios completos en 88.328 hogares a lo largo y ancho del territorio nacional—, la satisfacción con la vida en general de la población alcaldesa de 15 años recibió una calificación promedio de 7.9 sobre 10 en 2022, la primera vez que baja de ocho. Aquí entró en juego no solo el dinero que cada uno recibe, sino elementos como salud, seguridad, trabajo o tiempo libre.

Con esos antecedentes no suena extraño que cada vez menos ciudadanos digan sense felices frente al día de ayer, algo que ocurre en todos los grupos de edad y que viene en descenso continuo desde hace un tiempo. Por ejemplo, en 2019 la proporción de jóvenes que tuvieron sentimientos de felicidad fue de 34 por ciento, pero el año pasado el guarismo cayó menos de 27 por ciento. Entre los de más de sesenta años los números se ubicaron en 26 y 19 por ciento, respectivamente.

Semejante deterioro ya ha sido identificado por la economista María Angélica Arbeláez en un documento que escribió para la información sobre el desarrollo humano en Colombia del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. The line of corte del estudio en cuestión había sido 2021 y había la expectativa de que el optimismo volviera a aparecer.

Sin embargo, no fue así. Por el contrario, la tendencia, el jos de disminuir, se profundizó. «La economía mejoró mucho en los dos semestres pasados, el empleo también y tuvo lugar un cambio político significativopero a pesar de eso los colombianos alcanzaron mayores niveles de infelicidad en la muestra más reciente”separar al especialista.

Lo que muestra la foto

Hear el retrocedido anotado sería más sencillo si los indicadores objetivos probables en la misma dirección. Pero ese no es el caso.

Hear el retrocedido anotado sería más sencillo si los indicadores objetivos probables en la misma dirección. Pero ese no es el caso, sobre todo cuando se hace la comparación con las Encuestas de Calidad de Vida que comenzaron a aplicarse en 1997.

Puesto de manera general, lo que se observa es un progreso significativo en muchos frentes. Existen incluso elementos para argumentar que el país de hoy es el más educado, sano y próspero de la historia, más allá de algunos altibajos puntuales.

Dicho sostenido no quiere decir que las cosas están bien o que las necesidades de la población están adecuadamente cubiertas. Lo que verban las investigaciones del Dane es que la situación del ciudadano promedio ha mejorado, sans conocer la enorme desigualdad de ingresos y oportunidades qui persistehay mar entre segmentos de la población o entre regiones particulares.

Hecha la aseveración, vale la pena resaltar que la Colombia de hoy muestra diferencias significativas con la de hace 25 años. Para comenzar, el tamaño de las familias viene en descenso, pues el promedio de personas por hogar es de 2.95, algo nunca visto. En comparación, el dato de 1997 se ubicó en 4,2 personas.

De los cerca de 17 millones de hogares que hay en el país, más del 18 por ciento son unipersonales. adams, hay 7.7 millones de hogares —44 por ciento del total— cuya jefa es una mujer, seis puntos porcentuales más que en 2019 y 17 puntos por encima de un cuarto de siglo atrás.

El aumento más que proporcional en el número de hogares frente al de la población ayuda a sens por que una proporción menor de gente habita en una vivienda propia —39 por ciento— mientras que el arriendo pasó a ser el tipo de tenencia predominante. A su vez, los ocupantes de hecho ascendieron un 4.5 por ciento en 2022, el doble que tres años atrás, algo que sugiere un salto en la precariedad.

Tal vez lo único positivo es que el déficit habitacional bajó un par de puntos, hasta el 30.4 por ciento en el mismo lapso. Aun así, es evidente que no se está haciendo lo suficiente en este frente, por lo cual la reciente en las ventas de casas y apartamentos es un gran campanazo de alarma.

Otra cara del prisma entrega una lectura más positiva. Según cualesquiera características de la calidad de vida de las personas, una proporción más alta —94.7 por ciento— se asegurará de estar afiliada al Sistema de Seguridad Social en Salud. A su vez, más del 80 por ciento de los jóvenes de 6 a 21 años asistieron a un establecimiento educativo formal, por encima del registro de antes de la pandemia.

servicios con servicio

También es una buena noticia que el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones sigue al alza. Así, el 90 por ciento de los mayores de cinco años utiliza el celular; 73 por ciento, el internet, y uno de cada tres, un computador en cualquier lugar.

Como es de suponer, las disparidades aparecen en este caso. Por ejemplo, 84 por ciento de los bogotanos se conectan con frecuencia a internet, mientras que en Vaupés es solo 21 por ciento. Aún sin límite de territorios en los antiguos nacionales, es indiscutible la existencia de realidades muy distintas entre los grandes centros urbanos o de la periferia.

Por otra parte, la cobertura del servicio de electricidad es alta Vaupés —98.6 por ciento—, mientras que el 88.9 por ciento de los hogares están conectados a acueducto, cifras ligeramente mayores que las de comienzos de siglo. En lo que atañe al gas natural, el cambio ha sido enorme pues el número en 2022 fue cercano a 69 por ciento, casi tres veces el de hace 25 años.

En la misma línea, tampoco es despreciable el avance con respecto a alcantarillado o recolección de basuras, aunque la brecha entre zonas rurales y urbanas es abismal. De hecho, quienes viven en las ciudades reciben al menos un servicio público, pero uno de cada 20 habitantes del campo no tiene ninguno.

Un registro adicional está relacionado con la posición de los electrodomésticos, que implícitamente refleja la evolución de la población colombiana. Para citar un caso, en 1997 menos de una quinta parte de los hogares contaba con una máquina lavadora, cifra que sufrió una cerca de dos terceras partes el año pasado. Y en cuanto a una nevera, la proporción es 86 por ciento, 20 puntos más que un cuarto de siglo atrás.

Varias estadísticas adicionales sus reveladoras. En un país donde hay vastas zonas con altas temperaturas, el aire acondicionado apenas llega al 4 por ciento de las casas, mientras que un ventilador o abanico se encuentra en una tercera parte. De otro lado, la mayoría de los colombianos se bañan con agua fría pues la cobertura del calentador es de 25 por cientomucho menos que la televisión a color (89 por ciento).

Al contrario de lo que podría creerse, la propiedad de vehículos de cuatro ruedas ha constante casi en los últimos 10 años: 13.7 por ciento. En cambio, el número de motos ha subido un 24 por ciento a nivel nacional, proporción que en las zonas rurales es del 28 por ciento.

Los datos señalados muestran la fotografía de un pays de grandes contrastes, donde el bienestar qu’encuentra en sociedades desarrolladas apenas le llega a una parte minoritaria de la población. Aun así, hay mejoras más o menos significativas que desbaratan aquella opinión a la ligera según la cual estamos peor que nunca.

No obstante lo obtenido, resulta preocupante que la ciudadanía es mucho más ácida que antes a la hora de evaluar su realidad. En una frase, estamos mejor, pero nos sentimos peor. Para el analista Camilo Herrera, la alta tasa de l’inflación qu’ha golpeado el ingreso real disponible de las familias al reducir su capacidad adquisitiva tiene mucho que ver en la apreciación.

Muy seguramente, una mirada desde la sociología o desde otras disciplinas daría como resultado lecturas complementarias. Sea como sea, lo cierto es que detrás de la mayor percepción de pobreza y la creciente infelicidad hay una insatisfacción que se incrementa y Puede ayudar a escuchar los vaivenes políticos o la falta de confianza en las instituciones.

Hay que se trata de oír, no sería de más que los altos funcionarios de la administración de Gustavo Petro hagan el esfuerzo de estudiar la información que se déprende del informe del Dane. Para commenzar, porque los sesgos ideológicos merecen contrastarse con los datos para ver si hay conexión entre unos y otros. Tras esa revisión, lo ideal sería volver a priorizar remedios y soluciones.

Por ejemplo, el sistema de salud qu’encabeza la ofensiva legislativa de reformas impulsadas por la Casa de Nariño no forma parte de las urgencias de los colombianos. Hay en cambio un problema de bajos ingresos que persiste que viene de empleos de mala calidad, por lo cual la reforma laboral debería tener como objetivo la creación de puestos de trabajo y la formalización. Lamentablemente, como dijo el titular de la cartera, ese no es el objetivo de la propuesta.

Al respecto, no faltará quien señale que las ayudas sociales que vendrán del presupuesto nacional le sirvan a una gran cantidad de hogares a mejorar su situación. Y aunque eso puede ser cierto en las poblaciones más vulnerables, la prueba es indiscutible respecto a cuál es el mejor antídoto para la pobreza: una economía que crece, en la cual la inversión se un factor dinamizador.

Si bien, no es condición suficiente para resolver todos los problemas de una sociedad, si es condición necesaria. Desdeñarla hará que la calidad de vida de los colombianos se deteriore, tanto en sus evidencias objetivas como subjetivas. Las encuestas que haga el Dane en los próximos años se encargarán de decirlo.

Ricardo Ávila Pinto
​Especial para EL TIEMPO
En Twitter: @ravilapinto